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Parthenope de Sorrentino es un viaje visual y filosΓ³fico a NΓ‘poles, donde lo sagrado y lo profano se funden en una bΓΊsqueda incansable de sentido. La pelΓcula explora la belleza, la fe y la decadencia a travΓ©s de la figura de Parthenope, una mujer que representa tanto la luz como la oscuridad de la ciudad.
5/8/20243 min read


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Anoche, en el Cine AlbΓ©niz, Parthenope me llevΓ³ de la mano al corazΓ³n de NΓ‘poles, esa ciudad donde lo sagrado y lo profano coexisten en un caos que roza lo sublime. Paolo Sorrentino, con su inconfundible estilo visual y narrativo, ha creado una obra que no sΓ³lo es un canto a su tierra natal, sino tambiΓ©n una meditaciΓ³n sobre los pilares de la existencia: el amor, el sexo, la fe y la constante bΓΊsqueda de respuestas.
Nada mΓ‘s salir de la pelΓcula, mi amigo JesΓΊs MartΓnez y yo caminΓ‘bamos por calle Alcazabilla, improvisando un cinefΓ³rum entre la gente. TenΓamos opiniones diferentes respecto a la pelΓcula, tal y como he podido comprobar en tantos foros de opiniΓ³n y conversaciones con otras personas que tambiΓ©n la han visto: Parthenope no deja a nadie indiferente. Yo me declaro fan incondicional de los guiones de Sorrentino, de su surrealismo, de la dimensiΓ³n filosΓ³fica de sus diΓ‘logos, de sus majestuosos silencios, del poder evocador de la simetrΓa que nos remite a los cΓ‘nones clΓ‘sicos de la antigΓΌedad grecorromana (siempre presente en sus planos) y de su enorme capacidad perturbadora a la hora de presentar la belleza mΓ‘s absoluta en cada una de sus localizaciones.
La protagonista, Parthenope, encarna la belleza desbordante de una sirena que nace del mar y conquista la ciudad con su sola presencia. Su nombre, de resonancias mitolΓ³gicas, no es casual: es el de la sirena que, segΓΊn la leyenda, dio origen a NΓ‘poles, una ciudad que Sorrentino presenta como un microcosmos del alma humana. En ella, los altares callejeros conviven con las fachadas derruidas, y las procesiones religiosas compiten en fervor con la pasiΓ³n que se desborda en cada esquina por otro tipo de liturgias: el fΓΊtbol.
NΓ‘poles es mucho mΓ‘s que un escenario: es el corazΓ³n palpitante de la pelΓcula, con sus grandezas y sus miserias, con su capacidad de fascinar y su brutal honestidad. Es una ciudad que encarna contradicciones: la fe y el pecado, la belleza y la decadencia, la fortaleza y la fragilidad. Sorrentino la retrata con devociΓ³n y una mirada crΓtica, mostrando que, como Parthenope, NΓ‘poles es la contradicciΓ³n y la verdad en una misma cosa.
El profesor Marotta, interpretado magistralmente por Silvio Orlando, es el alma gemela de Parthenope. Su conexiΓ³n trasciende el plano fΓsico y se enraΓza en una complicidad intelectual y emocional que los lleva a un destino comΓΊn: la derrota frente a la vida. Ambos buscan respuestas que no llegan, y en esa bΓΊsqueda desesperada, se encuentran a sΓ mismos reflejados en las debilidades del otro. Marotta es un personaje complejo, atrapado entre el nihilismo y la tristeza. Es el contrapunto perfecto a Parthenope y su trΓ‘gico final refuerza la idea de que ni siquiera el entendimiento mutuo puede salvarlos.
Por otro lado, Gary Oldman da vida a un alcoholizado John Cheever, invocando a los fantasmas de su pasado con una intensidad que traspasa la pantalla. Es un retrato desgarrador de un hombre que, pese a su genio literario, estΓ‘ atrapado en sus propias miserias. La presencia de Cheever aporta una capa adicional de profundidad a la narrativa, vinculando el arte y la literatura con las luchas internas que definen a los personajes.
El mar, omnipresente, actΓΊa como metΓ‘fora de lo inabarcable. Parthenope nace de sus aguas y su destino estΓ‘ ligado a esa inmensidad que, como la belleza, atrae y asusta. Las imΓ‘genes del mar se convierten en un recordatorio constante de lo pequeΓ±o que somos frente a la inmensidad de la vida, pero tambiΓ©n de lo divino que podemos encontrar en lo cotidiano, todo ello desarrollado como un leitmotiv que recorre toda la pelΓcula.
La religiΓ³n, por su parte, es otro pilar esencial. En Parthenope, lo sagrado estΓ‘ en todas partes, desde las procesiones hasta los altares, pero tambiΓ©n se cuestiona constantemente. La devociΓ³n se entrelaza con el exceso, y la fe choca con la realidad de una ciudad donde el cielo y el pecado coexisten en el mismo espacio.Hay un momento especialmente revelador en el que la protagonista, tras un encuentro apasionado, queda sola frente a un altar, buscando respuestas que no llegan. Esa imagen encapsula el espΓritu de la pelΓcula: un enfrentamiento constante entre lo trascendental y lo mundano, la gran paradoja de la vida y de la belleza.
En ΓΊltima instancia, Parthenope es existencialismo puro. Es una bΓΊsqueda incansable del sentido de la vida, esta vez desde el campo de la antropologΓa. Las preguntas planteadas no buscan respuestas definitivas, sino abrir caminos hacia la reflexiΓ³n. Sorrentino, con su innegable maestrΓa, nos recuerda que la belleza no es sΓ³lo algo que se contempla, sino algo que se enfrenta, que se sufre y que, en ΓΊltima instancia, nos transforma.
Imagen: cartel promocional